La música llega a uno de maneras a veces inesperadas, e inclusive el puro capricho lo acerca a sonidos que se conectan con cosas personales. El album doble de los Pumpkins fue un capricho que tuve a los trece años, instado por ese sentimiento de aislamiento empujado por lo que significaba ser un adolescente en Cali, donde esa dualidad furiosa-tierna no tenía cabida. Fue el tercer disco que compré esperando llevarme una joya a la casa, y a partir de ahí lo convertí en el disco a superar cada que compraba otro (tuve que esperar al Kid A para empezar a percibir la música de una manera más abierta).

El Mellon Collie es un monstruo que empieza a vivir con uno, y te llena de grandes momentos. Tuve muchísimas canciones favoritas, pero siempre amé cada segundo que me entregó en la adolescencia, y ahora me llena de alegría ingenua, de esa misma que debió apoderarse de Billy Corgan a la hora de hacer estas canciones. Si, pretencioso como ninguno, en él Corgan quería conquistar el trono del rock, y muy seguramente no lo logró, pues había mentes más brillantes que con menos ganas consiguieron mucho más, sin embargo esas ganas de devorarse el mundo quedaron plasmadas en los 140 minutos de música épica. Me atrevo a decir que cosntruyó el último gran disco de rock como tradicionalmente lo veíamos. Está plagado de defectos, como una que otra canción inutil (la peor: la cursi Beautiful), y de letras estúpidas, porque Corgan hace estupendas melodías rabiosas (que en otros disco se tira al sobreelaborar las cosas y matarlas) pero escribe incoherencias que en el momento suenan agradables, pero luego las pensás y no dicen absolutamente nada como para recordar; sin embargo cuando oí el Álbum Blanco de los Beatles me encontré con lo mismo,y con la ambición de cuatro cabezas intentando superar sus antiguos logros, pero aún así se me hace un disco extremadamente entrañable. Así fue como comprendí mejor a ese héroe del rock americano de cabeza pelada, cara de duende y gangosa voz ridícula.

La crítica puede decir lo que sea, menos que cuando uno se conecta a este disco no termina viviendo momentos de grandilocuente gloria, y la música de los noventa no sería lo mismo sin este, el mejor álbum doble de la década.